La calima
La calima azota a menudo el sur de España, donde vivo, y cuando fue especialmente intensa en la primavera de 2022, dio vida a esta novela.
El cielo naranja era una experiencia casi apocalíptica. Las paredes blancas de las casas se tiñeron de rojizo, había barro rojo por todas partes y la gente trabajó con hidrolimpiadoras durante semanas. Personalmente, saboreé cada momento. Dejé que el barro y el polvo se quedaran, los toqué, los olí, los saboreé y escuché sus historias. La magia del fenómeno meteorológico se desplegará en la escritura mientras profundizaba en sus presagios tanto de grandes cambios como de milagros.
Enredarse con la naturaleza
Puedo escribir en cualquier sitio. En medio de una autopista si hace falta. Sin embargo, es en la naturaleza donde las historias fluyen con más facilidad. Cuando se fue la calima que me inspiró para escribir mi primera novela, floreció la primavera. Me senté en medio del escenario de ensueño y colorido que ofrecían las mimosas y escribí rápidamente los primeros capítulos acompañado por el canto de los pájaros, el rebuzno de los burros y el zumbido de los insectos.
Cuando escribo en la naturaleza, todo fluye a la vez, el tiempo y el espacio se disuelven y sólo hay energía. Una energía que impulsa la narración hacia lugares que no habría encontrado por mí misma.
Los sueños se HACEN palabras
Por la noche, mis novelas viven en el mundo de los sueños. Me visitan los personajes, escucho sus mensajes y veo sus mundos a través de sus ojos. Es una visión a distancia y una experiencia mágica.
Por la mañana temprano, me siento en la terraza y escribo notas de los sueños mientras sale el sol. Después, subo a las montañas con los perros y dejo que los sueños se conviertan en las palabras del día.
De nuevo en casa, escribo. Nada puede distraerme. Nunca experimento el bloqueo del escritor y no necesito procrastinar. Vivo con la novela. Es mi refugio, y me encanta compartirlo contigo.
La energía especial del lugar
Mientras escribía Calima, visité repetidamente los lugares donde transcurre la historia.
Escribí gran parte de la novela en la Alhambra. Para poder experimentar el lugar por la noche, oír los sonidos y oler los aromas de la Alhambra, me alojé en el Parador de Granada. Aquí, los sueños eran aún más claros, los protagonistas hablaban por boca de otros y aparecían muchos personajes y animales nuevos. Era un placer sentarse en el jardín cada mañana y escribir las experiencias de la noche y luego leer a mi marido, que es un oyente paciente.